Sunday, October 26, 2008

50 años de lo “Ríos Profundos”


A 50 años de la publicación de su principal obra y a casi 40 después de haber puesto punto final a su vida(y a su ultimo libro) de un balazo, José María Arguedas todavía suscita grandes discusiones, al menos dentro de la academia, donde su obra se constituye en el nudo de una reflexión iniciada décadas atrás de su aparición y que con él culmina en una de sus más grandes producciones, para dar lugar a lo que vendría, inclusive a la rebelión y un pretendido parricidio que en vez de borrarlo, simplemente lo afianzan en ese lugar central en la literatura latinoamericana y mundial. Si cuatro siglos después continuamos leyendo al Inca Garcilaso o a Guaman Puma para tratar de descifrarlos, para deshilvanar sus estrategias discursivas y su lenguaje hermoso y monstruoso al mismo tiempo, pues intentan lograr la armonía de dos mundos, dos lenguajes que se rechazan, que buscan eliminarse, pero que necesitan coexistir, asimismo pienso que en muchos años más continuaremos leyendo a Arguedas, cuando otros escritores del boom, quizás injustamente, hayan desaparecido. Tal como sucedió con algunos críticos de Borges, escribir de Arguedas se convertirá tal vez en una manera de salvarse.
Si estudiar Roberto Arlt o al propio Borges en el cono sur, nos posibilita entender cómo se hace un escritor en una naciente metrópoli, como éste lidia con las escasas tradiciones, con los nacientes cánones literarios y con su entorno para escribir desde un país y una región que apenas se esta haciendo, la obra de Arguedas, asimismo, en otra área cultural como la andina, posibilita otra reflexión, aparte de la propia forma del texto, cómo escribir ya no sobre lo indígena, sino escribir como un indígena podría hacerlo, sobre un mundo y unos sujetos que persisten, pero que al mismo tiempo ha sido cruzado por 500 años de reproducción de modelos culturales feudo-señoriales.
Si alguna vez me pregunté que hace a Jaime Sáenz tan especial, ahora reconozco que difícilmente existiría Sáenz sin Arguedas, aunque en un principio parezcan tan diferentes. Ambos se alimentan de las mismas reflexiones sobre literatura y sociedad, lo indígena y lo andino, hecha en los países dela área, reflexiones que a menudo se mutilan muy nacionalistamente entre lo peruano o lo boliviano sin percatarse los vasos comunicantes y la movilidad de los escritos e individuos alrededor del lago las primeras décadas del siglo XX. Tanto Arguedas como Sáenz posteriormente, encausaron esas reflexiones, de acuerdo a sus posibilidades vivenciales y expresivas y su manejo de la lengua y sus registros, hacia poderosos proyectos estéticos difíciles de desentrañar para los modelos s totalizadores como los del boom, en la literatura latinoamericana.
Pero veamos, hagamos conexiones, traigamos el texto a la discusión para que el texto nos hable, no ahora del por qué de su forma, que seria lo ideal, pero que un texto periodístico no cabe ya explicar el texto, sino acercarlo a nosotros, lectores.
Revisando “Diamantes y Pedernales” uno de los primeros proyectos de Arguedas del año 54, nos damos cuenta que su universo ya estaba constituido, al menos ese universo que poco a poco va abrirse para monstruosamente querer contar la totalidad del Perú. “Diamantes y pedernales” muestra ese universo cruzado por el poder omnímodo del Gamonal, pero en el que sin embargo transitan otros seres, mágicos, como el persona de del opa, wayrapamushca, el alter ego nómada y multiforme del escritor que aparece en muchas de sus obras, como un niño, como un pongo, o como en este caso, casi como místico fraile que recorre la montañas. A pesar de la aparente estupidez del personaje central de este cuento, su situación trashumante y su talento musical, le conceden otro nivel de conocimiento que lo emparenta con el universo mítico, rítmico y melódico de la naturaleza en el que también se inserta y del que extrae notas para componer sus canciones. Tanto el Upa como el Gamonal, a pesar de sus diferencias, de la violencia que uno u otro pueda ejercer, no son totalmente diferentes, pues lo indígena, a través de la música ha conquistado o influye en el carácter mestizo del terrateniente.
Este me parece ser uno de los aportes mas importantes de ese momento del indigenismo, advertir ya, aunque tal vez desde un determinismo geográfico, que lo indígena ya no es asunto de raza o pasado histórico, sino que los cultos han sobrevivido en el vínculo del hombre de los andes a los elementos, con la naturaleza, la montaña, el rio, los animales Situación que por otro lado, había sido expuesta anteriormente por teóricos como José Uriel García en el Nuevo Indio.
“Diamantes y pedernales” adelanta ya los ríos profundos de su novela más compleja, aunque no necesariamente la más ambiciosa. Universo fronterizo de las alturas, gigantesco en sus interconexiones. (500 pueblos, dice el cuento.) y a pesar de su grandeza, es un espacio todavía delimitado( más no aislado) por los ríos, como rumor que recorre los campos, como referentes de la verdad, de un lugar donde se logra la comunicación o ésta no llega a romperse. Más allá está la nada, un espacio infinito o desconocido, quizá la alegoría de la muerte o de la destrucción capitalista de la comunidad, de la incomunicación, puesto que las aguas que fluyen no tienen regreso. El rio, como la laguna, como un muchas obras de la literatura indigenista, es una presencia constante en la escritura de Arguedas, en la cual alcanza el mayor grado de reflexión, de reconstitución de su mitología y sus significados realistas, míticos y poéticos en el habitantes del Ande.
Ahora, mucho se ha discutido de las intenciones políticas del escritor, de sus intentos museográficos de rescatar y preservar los mitos y tradiciones de los andes que le toco vivir y en ese intento, pues dar una impresión falsificada de un área que por lo contrario, siempre esta cambiando, absorbiendo elementos del nuevo capitalismo que ingresa y donde sus sujetos son más móviles de lo que parecen. Ciertamente, el afán de rescate existe, nombrar para hacer visible, para escapar de las construcciones idealmente homogéneas del Perú. Cierto, pero su escritura es todavía más compleja, pues en muchos casos resulta críptica. A pesar de su aparente realismo, como un Rebeláis que del que difícilmente descubriremos las fuentes populares de su risa, o los referentes alegóricos a los cuales se enfrenta, Arguedas simplemente nos confronta a otro universo cultural, a otras vertientes populares que simplemente son, sin necesidad de explicarlas:
La noche del 23 de junio esos arpistas descendían por el cause de los riachuelos que caen en torrentes al rio profundo […] cada maestro arpista tiene su pak’cha secreta. Se echa, de pecho, escondido bajo los penachos de las sacuaras; algunos se cuelgan de los troncos de molle, sobre el abismo en que el torrente se precipita y llora.
La elección de la fecha no es gratuita, tampoco la presencia del molle, de las sacuaras junto a la pak’cha, la cascada, y sin embargo, el párrafo nos deja con mas preguntas que revelaciones.
En otro párrafo del cuento podemos leer:
La luna menguante no opacaba las estrellas, iba acercándose al dilo de los montes, en un extremo del cielo despejado; bajo la luz tranquila brillaban las estrellas, sin herir tanto. Nunca se funden las cosas del mundo como en esa luz. El resplandor de las estrellas llega hasta el fondo, a la materia de las cosas, a los montes y ríos, al color de los animales y flores, al corazón humano, cristalinamente; y todo está unido por ese resplandor de silencio
Aunque este párrafo nos remita a una concepción organicista del mundo, a una ideología medieval , antes que concepciones o sistemas de pensamiento indígenas, a un universo ordenado por un Dios único y masculino y cuya escritura debemos encontrarla en el libro de naturaleza, el párrafo nos revela también la intención de Arguedas de insertar al hombre en ese universo de creació estable y significante, acercarlo a una lectura de esos signos, una ilusión temporal de logro, que casi siempre devendrá en un fracaso, en una salida violenta donde el exceso, a menudo sexual, se hace presente.
Esta intención abarcadora se complementará con otras formas de contar el paisaje, ya no como un sobrevuelo, o con un anonadamiento ante lo gigantesco, lo pétreo o lo inabarcable, por lo contrario, Arguedas tratará siempre de contar de adentro hacia afuera, imitando, en muchos casos la mirada de los insectos. Entonces los animales, las plantas, las rocas, los mismo insectos ganan presencia, densidad e historia dentro de las historias de sus personajes:
Porque el acknk’aray y a phalcha florecen sobre la tierra helada, bajo los pedregales en que comienzan la nieve. […]El corazón humano se enciende al encontrarlas. Quien las descubre junto a los desiertos cegadores de nieve, vibra dulcemente y se arrodilla. Los jóvenes indios amantes las cortan en las noches de carnaval; y un líquido cristalino brota de su tallo roto.
Quiero terminar mencionando en “Diamantes y Pedernales” una característica temprana que va a ser llevada mucho más allá en posteriores obras del autor. Cuando Arguedas describe al rio, por ejemplo, dirá:
… ríos antiguos, poderosos, de corriente de acero, que han cortado los andes en su parte más alta –pedernales diamantes-hasta formar abismos a cuyas orillas el hombre tiembla, ebrio de hondura, contemplando las corriente plateadas que se van, entre bosques colgantes.
Puede ser una descripción cercana a los ríos de su infancia, y sin embargo es el comienzo, a partir de la cercana observación de las condiciones onomatopéyicas de muchas palabras del quechua, de un denodado y desesperado intento por desenredar la palabra, la entidad, para hacerla hablar desde sus sonidos, sus oposiciones y sus choques como Diamantes y Pedernales que al sonar se nos revelan. Y ahí esta lo maravilloso de Arguedas, ese ambicioso proyecto de eliminar el concepto, intentar eliminar esa separación entre objeto y lenguaje e intentar que la naturaleza se haga lenguaje y el lenguaje desprendimiento de la naturaleza. Deseo que es utopía, que a veces parece que se logra, pero como el narrador, como sus móviles personajes, es un lugar donde no podemos quedarnos, pero que leemos extasiados, con el oído también, para al terminar, pensar que a pesar de las separaciones y distancias, en ese universo nos insertamos, a ratos completos. Entonces, por unos instantes, nos queda la certeza o la sensación, que a través de los elementos hemos escuchado a Dios. Larga vida a Arguedas.