Thursday, June 16, 2011

El exilio voluntario: la marca de los tiempos

Después de leer la novela de Claudio Ferrufino Coqueugniot, El exilio voluntario (premio Casa de las Américas 2009) se me escapa una expresión: ¡qué lejos estamos! Y es así, que lejos estamos de aquella literatura producida tan solo hace 25 o 30 años, capaz de tomar riesgos temáticos y estructurales, obras ambiciosas, descomunales, con premio o sin premio, dignas de ser llamadas obras maestras de la literatura latinoamericana o mundial. Sin embargo, para no hacer de este texto algo inútil y todavía más prescindible, ampliaré sobre los aciertos de la novela.

El gran mérito de la novela es hacer de algo tan banal, como vivir en un suburbio de los Estados Unidos, ya sea en Virginia, ya sea en Maryland, algo novelable. En ese sentido, la obra da a conocer espacios que para miles de migrantes es conocido, familiar y por tanto, intrascendente. Con el libro constatamos que el país no concluye en los márgenes de una ciudad, al cruzar un lago o un rio trasnacional, sino que se amplía en otras latitudes, en otras ciudades y sus barriadas donde los bolivianos tejen relaciones para recrear una comunidad. Así, la reflexión de la patria, de la cultura nacional, del sujeto boliviano, rebasa fronteras y se mezcla con otras reflexiones, la que le corresponden al surgimiento de la identidad y del sujeto latinoamericano. Son cosas que sabíamos desde hace décadas, pero que ahora se hacen literatura en la obra de Ferrufino, no ya la del exilio político, rabioso, todavía militante, sino aquella del exilio voluntario, carente de grandes propósitos o sagas colectivas, pero repleto de pequeñas épicas cotidianas.

Por lo demás, la novela está hecha de algunos buenos momentos, la aparición-creación de personajes memorables de la marginalidad estadounidense, estableciendo relaciones con la marginalidad del migrante. Después, el inevitable cambio del personaje principal que ve en sí mismo la ampliación de sus lealtades y sus querencias. Sin duda, el punto más bajo del texto es la innecesaria crítica panfletaria de la sociedad estadounidense, tan recurrente y repetitiva en el emigrante nuevo, más afectado por la pérdida afectiva que por la lucidez. La crítica, para que esta sea digna de crédito y efectiva, tendría que hacerse siempre desde adentro y acaso sólo les corresponda a los propios norteamericanos hacérsela (tal es el caso de escritores como J. D. Salinger o Philip Roth, por ejemplo), antes que a los recién llegados o a los nómadas.

Novela cargada de sexo, de la narcisista suma de conquistas y la obsesiva fantasía masculina por marcar con sus fluidos un espacio donde se es invisible, donde el inmigrante solo transita sin llegar fundar. Los personajes buscan pertenecer en la conquista del otro, del cuerpo femenino caucásico, símbolo de la cultura que al mismo tiempo acoge y desprecia al migrante. Lectura entretenida, abrupto final, ahora tiene el hibrido sujeto américo-boliviano donde mirar y reconocer sus pasos, ahora otros conocerán uno más de los lugares hacia donde se ha extendido la patria, la fuga de sus letras.

Monday, January 10, 2011

Lo que varguitas no dijo

Ahora que Vargas Llosa está en boca de todos y su fama de escritor y estadista de talla mundial se ha elevado a niveles insospechados, no está de más recordar que un tiempo tan solo fue “varguitas”. He leído la segunda edición (después de 27 años) de Lo que varguitas no dijo (la hoguera, 2010), el texto de Julia Urquidi Illanes, la primera esposa del escritor. Debo empezar con una declaración, el libro es imprescindible. Digo esto porque ninguna biografía, literaria o no, puede ignorar este libro, pues describe con detalle los recorridos de los primeros años de la pareja en Europa, como dos mochileros de finales de los años 60, las sencillas y meditadas impresiones de Julia sobre lugares y personas, famosas o no, que le toco conocer junto a Mario, cuando vivían a salto de mata en pequeños apartamentos en Barcelona, Madrid y París. Así, en varias ocasiones, el texto de Urquidi es entretenido y no está exento de humor.

Después el libro abunda en el melodrama, los detalles brumosos de una relación que entre tire y afloja, se desmorona. En este sentido, el texto, el reportaje de una relación, se vuelve crudo, se vuelve cruel y doloroso para las partes involucradas, por tanto, es creíble. Tal vez esa la razón para que Lo que varguitas no dijo haya sido sistemáticamente ignorado por las grandes editoriales y empujado casi hacia los márgenes invisibles de la bibliografía sobre el escritor, pues nos presenta a un joven Vargas Llosa de múltiples rostros, demasiado imperfecto, demasiado hombre. Evidentemente, el texto es el testimonio de respuesta a las versiones literarias de la Tía Julia en la obra de Vargas Llosa. Por de más está decir que, como muchos escritores, Vargas Llosa, ha novelado tanto su vida que prácticamente la ha convertido en una ficción, en una formada creación, muchas veces, no del hombre que ha sido, sino del que ha buscado ser.

Hay algunos hechos que me llamaron poderosamente la atención, pues por más que me he esforzado en encontrarlos, no aparecen posteriormente elaborados en la literatura del peruano, tan afecto a hacer de un hecho biográfico (como Hemingway), la piedra fundamental que dé inicio a una historia. Su ausencia me hace pensar que hay tragedias, gestas o miserias demasiado grandes para ser contadas, situaciones que por más que uno se esfuerce, son muy dolorosas para hacerse literatura, tal vez porque son muy recientes, porque sólo le pertenecen a un pueblo o, en este caso, tan solo a una familia. ¿Cuáles son? Las respuestas las encontrará en el libro, pues es precisamente Lo que varguitas no dijo.