Only darkness has the power to make a man open his
heart in the world, and darkness is what surrounds me […]. If courage is needed to write about it, I also know
that writing about it is the one chance I have to escape.
Paul Auster,
The New York Trilogy.
Muchos ya habrán oído hablar del fenómeno de Roberto
Bolaño (1953-2003), el escritor chileno ahora convertido en un mito de las
letras en el planeta. Sin embargo, de la
misma manera, más de uno también se habrá sentido cohibido de empezar su
monumental novela póstuma 2666 (2004)
o la no menos intimidante Detectives
Salvajes (1998). No hace mucho, no
obstante, revisando material para un próximo semestre universitario, me
encontré con Nocturno en Chile, una
novela aparecida tres años antes de la muerte del escritor. Su lectura no decepcionó.
Como otras novelas, Nocturno
en Chile, a pesar de su brevedad, dentro de una narración mayor, se abre
para contar otras historias, para incluir las voces de otros personajes. Sus ejes dominantes son siempre la literatura
y la posición del escritor en los momentos de crisis, cuando el valor de la
vida desaparece y los límites de nuestra humanidad se hacen difusos. Se podría argumentar que la literatura de
Bolaño está hecha para escritores, pero creo que los periodos en los que el
escritor sitúa sus ficciones (las guerras, el holocausto, las dictaduras, las
matanzas de mujeres en la frontera méxico-estadounidense), además de hacerlas
posibles, trascienden la esfera de lo literario y son capaces de interpelar a
todos los lectores, el papel que cada uno es capaz de ejercer en cada momento,
el que al final decidimos desempeñar.
Más que soluciones Nocturno en Chile nos deja con
preguntas. ¿Cuál es el rol de la
literatura y del escritor, del intelectual en general, cuando la situación
política aprieta, se reduce la libertad y avanza el autoritarismo y la
represión? Las respuestas no son
fáciles, no hay lugar para maniqueísmos y los personajes de Bolaño no siempre
salen bien librados. Tal es el caso de
Sebastián Urrutia Lacroix, el narrador principal de Nocturno en Chile, quien recorre la historia de Chile desde
principios de los años 70 hasta recuperada la democracia, siempre a través de
los ojos de un crítico literario, un reconocido miembro de las instituciones
literarias de su país y de sus aparatos de legitimación.
Desfilan los nombres, algunos
mundialmente conocidos, otros inventados, sus fundos y palacetes, sus
monumentos de papel, también la vanidad de los encuentros y cenáculos
literarios, sus estrechas alianzas con el poder, la nimiedad de la crítica de
sobremesa y cafetín. Asimismo se
describen los viajes del intelectual, el inútil aunque entretenido anecdotario
de sus paseos por las grandes metrópolis europeas, sus azarosos encuentros con
personajes que, desafortunadamente, cambiaron el destino de las vidas de
numerosas personas. De la misma manera
que en otras novelas, en Nocturno en
Chile el escenario de Bolaño puede ser el más escondido reducto de la
provincia latinoamericana, también los grandes centros artísticos del mundo, de
donde emerge la cultura, pero también desaparece. La prosa de Bolaño no le hace asco a ningún
sitio y mira como acaso debería mirar todo escritor, en los lugares más
incómodos, hacia donde crece la palma y murmura el rio manso, diría José Martí,
más también hacia su propio ombligo, las torres de marfil y los alcázares del
arte y del poder.
Pero
Bolaño no juzga, jamás lo hace. Su obra
funciona como una ventana abierta, un lente que amplifica inclusive el exceso,
la banalidad de las letras y sus discursos, las mezquinas estrategias de los
escritores y los aspirantes a escritores para lograr un lugar de prestigio y
reconocimiento en sus sociedades, aun a costa de la vida que se escurre en las
buhardillas y calabozos, mientras el mundo se cae a pedazos y los cuerpos son
mutilados. Menos evidente, pero de
manera arrolladora, a lo largo de las páginas de Nocturno en Chile, vemos crecer un todavía más íntimo pavor, el
espanto del silencio, de no decir ni hacer nada contra las maquinarias de la
destrucción. Es una vergüenza que
salpica a los lectores. Ante esto,
cuando a Sebastián Urrutia le llega el tiempo de rendir cuentas al final de sus
días, alcanzará a decir un axioma tan cierto en París como en Managua: “así se
hace la literatura.”
Originalmente publicado como “Roberto
Bolaño: los ojos abiertos en la oscuridad.” Otoño
en la isla. Editorial Gamar, Colombia: 2014
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